martes, octubre 21, 2008

Ernesto Medel Salas / Libertad a los prisioneros politicos en democracia

Este Jueves 16 de octubre, se cumplian 2 años de la muerte de Tito Medel Vega, compañero y preso politico en democracia, su hijo Ernesto, me dio una sorpresa increible ese día, que por razones logicas no puedo dar a conocer, solo envio mucha fuerza, y la rebeldia de siempre.
Una foto y su nombre, para que Ernesto, aun prisionero politico en democracia, exista en los corazones y en la resistencia de este país.
atras ese hermoso mural que no alcanze a conocer.-


Ernesto: La otra historia

En el Módulo B no hay mocitos que cantan el nombre del interno que recibe visitas. No es necesario. Las visitas llegan caminando hasta el patio del mismo módulo, casi al centro de la ex Penitenciaría, y en ese patio -una cancha de baby fútbol de cemento rodeada de cemento entre un edificio y dos muros altos- los reos están a la vista.
Ahí no hay carpas. Tampoco productos a la venta. Menos un árbol, una flor, siquiera una maleza. El patio del Módulo B es un lugar árido y silencioso que ha sido humanizado con dos grandes murales. Uno de ellos es religioso y representa la imagen de Jesús y la Virgen. El otro es político. Tiene guitarras, palomas y puños en alto, y está firmado por la Brigada Ramona Parra.
Uno de sus autores está sentado al fondo del patio, tras una mesa de ping pong situada en posición vertical que hace las veces de biombo. Detrás de ese biombo Ernesto Medel Salas ha instalado una mesita con dos banquetas para recibir a sus invitados. Lo acompañan su madre y su hermano. Después se unirá un amigo que le llevará de regalo el último número del periódico El Siglo.
“Ese mural lo hicimos con otros compañeros que llegaron acá”, dice Ernesto Medel Salas y en su rostro se dibuja una sonrisa que trasluce orgullo, satisfacción y nostalgia por lo que sigue. “Esos compañeros ya no están, se han ido yendo, sólo quedo yo”.
Ernesto Medel Salas tiene 46 años y en 2002 fue acusado de ocultar una partida de arsenales suficiente para armar a 100 ó 150 hombres. Eran armas provenientes de Carrizal Bajo, internadas de manera clandestina por el Partido Comunista en 1986, y habían permanecido en su poder, en complicidad con su padre, desde comienzos de los ‘90. Más o menos desde que el antiguo secretario general del PC, Luis Corvalán, declaró públicamente que había que guardar las armas, “por si las moscas”.
El primero en caer fue su padre, Tito Medel. Unos meses después fue detenido Ernesto. Ambos fueron condenados por infracciones a la Ley 17.798, relativa al control de armas de fuego y explosivos. El padre no alcanzó a terminar de cumplir su condena. Un año atrás falleció en prisión, víctima de diabetes. Ernesto sigue en prisión y seguirá estándolo -de no mediar indulto o rebaja de pena- hasta diciembre de 2012. A la causa por los arsenales se suma una segunda por homicidio.
Sobre esto último dice que fue en legítima defensa por un problema doméstico surgido en su barrio de La Florida. Sobre lo primero, el tema de las armas, dice haber sido víctima de una política ambigua por parte de su partido. Le pidieron que guardara las armas y él las guardó. A diferencia de su padre, un destacado dirigente comunista que se mantuvo fiel al partido hasta sus últimos días, Ernesto no quiere saber nada con el PC. Tampoco su madre, que militó durante años y hoy forma parte de una iglesia evangélica.
El de Medel Salas es un caso extraño, atípico entre los ex subversivos. Hasta donde se pudo establecer en el proceso, no obtuvo beneficios personales con el tema de las armas. Una semana atrás, en el gimnasio de la ex Penitenciaría, sus compañeros tras las rejas advertían que es uno de los más dogmáticos y ortodoxos de la Coordinadora de ex Combatientes Políticos en Prisión. También advertían que en los últimos meses, especialmente tras la muerte de su padre, se lo veía muy solo y deprimido.
Quizás por todo esto, creyó necesario redactar una extensa entrevista en la que él mismo formula y responde las preguntas. Está escrita con lápiz pasta azul y en ella se lee que Ernesto Medel Salas, “comunista por tradición”, proveniente de una familia “de una larga historia sindicalista, militantes desde principios del siglo XX”, asumió junto a su padre “la responsabilidad de pertrechador geográfico, que consta de la ubicación de lugares, en particular casas de seguridad y sectores rurales, donde poder guardar armamento y personas, y generar reuniones del orden clandestino”.
La tarea –señala- comenzó en dictadura y se extendió más allá de ésta, por orden del Partido Comunista: “Puedo afirmar claramente que las armas que fueron encontradas, en los domicilios que se encontraban arrendados a mi nombre, jamás fueron ocupadas y pertenecían a pertrechos que datan de mediados de los ‘80 y que se hicieron llegar a mí y a mí difunto padre por orden y mano de Hipólito Toro Valenzuela, miembro del Partido Comunista y nuestro nexo directo con el partido en los años 90”.
Cuando el arsenal fue descubierto y la familia Medel resultó detenida y condenada, sin que el partido asumiera su responsabilidad, el suscrito dice haber sentido una profunda desazón, que derivó en “desconfianza y reticencia” hacia la dirigencia. “Me siento traicionado por muchos, aunque debo reconocer que los valores que me fueron inculcados siguen ahí inamovibles”.
Inamovible es también la situación penal de Ernesto Medel, quien se queja por escrito de la situación de ex subversivos como él, que “sufren del aislamiento junto con violadores o narcotraficantes, donde somos, para los efectos de beneficio, inexistentes, peligrosos para la seguridad interna, separados y vedados como leprosos”.
Es mediodía y la visita con Ernesto Medel Salas llega a su fin. Su madre lo despide con un beso y le pide que se mantenga firme, que “mire al Señor, el único que le puede dar fuerzas. Si usted quiere salir de aquí, entréguele su corazón”. Luego la madre toma un ramillete de flores de cartón con base de madera, obra de su hijo, y vuelve a aconsejarlo: “Usted firme con el Señor”. Entonces, Medel Salas se pierde por una escalera del Módulo B. Se dirige a la celda 66, donde convive con dos hombres condenados por violación.