domingo, abril 01, 2007

Prologo: Marcas de Dientes (1ª parte)

PROLOGO:

MARCAS DE DIENTES
MUÉRDEME DESPACITO, PERO MUÉRDEME

Las madres siempre tienen la culpa de todo

Están sentados uno a cada lado, apenas se miran, apenas se imaginan que meses después, quizás en alguna noche de navidad, o en alguna tarde de café, armarían las voces, los gestos, las sonrisas más cómplices. Las escrituras rebeldes de estos dientes afilados/adolescentes, estos dientes furiosos de decir algo que marcaban la página y marcaban sus cuerpecitos en este baile perverso, y maravilloso, y siniestro, que fue mi invitación cada tarde de septiembre, de noviembre, diciembre. Cada tarde de sábado aparecían en sus cuadernos, libretas, hojas sueltas, la traición hermosa de la página en blanco, la revelación heroica de ese espacio por llenar, por inscribir, por contar. Cada tarde cuando se anuncia el: - niños escriban - ellos, los niños, desde el baile privado de sus miradas escribían, aquí están sus fragmentaciones, sus mundos personales, sus miedos, sus padres, sus amores, sus no amores: la marca de este libro. La mordida maravillosa de este gesto que se llama escribir, sobre esta pagina en blanco que se llama cuerpo. Todas estas son las marcas de dientes de esas tardes muchas, en que revolucionamos los sistemas, recortamos las palabras, trazamos las fronteras, inscribimos las miradas, repensamos el incierto control de nuestros deseos, desafiamos las ordenes del corazón vendido, y nunca / nunca negociamos el descontrol de esta aventura.

Juan Alvarado: el niño 1985

Juan Alvarado, reconstruye un otro lenguaje: el encabalgamiento, la sobre adjetivación, lo neobarroco de su prosa. El autor de colores mágicos, llego una tarde de la mano de su chica, llego a pintarnos a todos, a contarnos en un trabajo personal, desde la intervención de la imagen, de su imagen (la propia, la fotográfica, el “yo / poeta”), hasta lo surrealista y radical del quebrantahuesos, esas “primeras pinceladas encarceladas en una tarde naranja del Taller de los Niños”, donde el propio autor nos dibuja sus “escarabajos dorados y embriagados unicornios sexuales”, donde nos revela los dos planos: el cuadro/imagen y la teoría del “como”, los pasos a seguir como un instructivo poético, como las instrucciones de uso. Ahí están las funciones, los signos, su poesía y los materiales a utilizar: “tinta china sobrante de la básica oriental, saliva del bostezo de la ballena, diarios universitarios que nadie lee, ... plumones fluorescentes robados por el niño azul, tijeras, hojas de la esquelita broaden your life, papel y tinta del ciber -no virtual”. La escritura de Juan Alvarado, presenta un sujeto poético (el niño 1985) para retomar su yo totalizador, como él mismo señala, su lengua surrealista, no solo son esos colores, son también la biografía recortada, e instalada en su texto a partir de pinceladas rabiosas, melancólicas, desbastadas. Su biografía personal como la biografía de todo un país, el país del’ 85. Juan Alvarado, propone en este libro, sus trazos/colores, su reinvención de un lenguaje nuevo para nombrar su propio cuerpo, para justificar la rabiosa existencia desolada del escribir: “Durante mi existencia me he dedicado a eyacular estrellas (...) sin quererlo”.


Pancha, (si gritaste fue porque dolía)

Francisca Muñoz, habla de la diferencia; quizás lo interesante de esta nueva generación, es el replanteamiento de lo femenino, a veces, pasa mas por nuevas espacios, y otras veces retoma los signos mas emblemáticos de esa escritura, como una forma de reinserción, de citar, de una nueva forma de renombrar el cuerpo femenino desde el 2007, y desde los 16 años. “Las sábanas están jugando perdidas en los pies pequeños de niña miedosa que tiene mi hermana. Están dibujando su silueta al ritmo de los autos que oigo lejanos” .Pancha, la conocimos, casi sin leer, algunas veces, instalaba dos discursos desafiantes en el taller, por una parte la Pancha militante, rebelde, la que pintaba las murallas de la ciudad, la que instalaba discursos, la que escribió desde las acciones del CA.D.A, la que escuchaba atenta los movimientos artísticas que surgían como protesta desde el arte y el cuerpo, en los años 80; la Pancha que me encontré una tarde de celebración, cuando todo el país se alegraba por la muerte de la criminalidad y el horror, cuando la Alameda se veía mas linda. Ahí estaba la Pancha con la bandera roja más grande del país, con Lenin iluminado las calles. Esa misma Pancha, era Francisca Muñoz (con Z) que en las tardes de taller, mas allá de su discurso políticos, operaba desde el otro discurso, el discurso del corazón, el que intervenía con su poética, siempre rebelde, siempre iluminada como otra bandera roja, en la pagina en blanco por inscribir. La Pancha, menos niña, y mas sensible, la Pancha rebelde que nos hablaba de sueños, de formas, de días malos, de tragedias muchas, de inscripciones familiares, de dolores ajenos y personales: “me incitan al sueño estas curiosas color leche que quieren entrar por mi boca”. El lenguaje de Francisca Muñoz, es la incorporación de ese otro código, en ella la leche, la boca, el sol, la sangre, los labios, su nombre, son el territorio explorable; el atreverse a nombrar que esta generación no cuestiona, solo lo nombra, porque ya es parte, porque ya se formalizo el cariño y las rabias, ahora solo se escribe desde ahí, con la valentía de una poética nueva que escribe desde la toma estudiantil, una generación lucida; y así como se toman, las escuelas, los patios de las escuelas, las paredes amuralladas de esa escuela, se toman también, las calles, los sueños, la ciudad entera, y se toman las páginas de este libro, y de las próximas páginas que les quedan por escribir. Pancha, si gritaste fue porque dolía, por eso todas las otras clases, sus textos desafiaron el silencio de las primeras veces, para reposicionar la furia histérica del decir, el poder fascinante de la militancia rebelde con el lenguaje, con el habla, “Mírame, sí grité fue porque dolía, ese tiempo no fascina ni siquiera fue un vicio, regresé sola otra vez, como antes de ti, como antes de mí. La soledad no es lo que me duele, es tu ausencia”. Francisca Muñoz, apela a un otro, a veces desde la complicidad “allá ellos con su llanto y su tragedia, para mí tu dulzura no podría causar más que mil sonrisas, tal vez no vendrás más nunca, y yo vuelva a ser la misma tonta que lloró tristeza tu nacimiento” otras veces ese otro, es un “yo poeta” que se desplaza, “porque tú, Panchita, estás muy lejos de ti. Eso eres, la hija de tu padre, su whisky añejo, su habladuría barata;”, el maravilloso desplazamiento, el desborde de la apelación, el yo mismo recortado, fisurado por el habla propio de la escritura, el quiebre radical de ese “yo” que no acepta por institucional, por poco arriesgado, por no querer nombrarse desde ese fracaso “Francisca, cantas, ríes, caminas, luchas y hablas, eres mi espejo interno, no me dejas dormir en las noches”. Ese otro, desde la apelación a un autor (Lemebel), como homenaje, como dialogo, como rabiosa cita a su historia “Míralo, si no está dentro, en algún lugar debe estar. No trae mariposas, pero fue hecho para soñar el sol, está en nuestra boca”. Míralo, Pancha, como tu mismo lo escribiste: “todo lo que tocas se hace primavera”.

Nicole el corazón rabioso de esas tardes

Nicole Pizarro, rearticula, desde la metáfora, las zonas intimas de su poética, ahí están sus amores no resueltos, sus hablas, sus diálogos con un otro/otra que interviene y que hace tan bien y tan mal, que reformula, desde sujetos, en una larga historia de perdidas, desamparos, dolores. La metaforización desde figuras corporales: el corazón, la sangre, los labios, la baba. - Niños, escriban- y Nicole, siempre era la que mas demoraba en escribir, pequeñas sus anotaciones en sus libretas también pequeñas, reflejaban ese canto de amor desesperado, que no quería que nadie viera, pero sin embargo, y maravillosamente sin embargo, cuando Nicole leía, el silencio, se volvía una espectáculo, su tono, sus versos. La poética de Nicole Pizarro, es por una parte cercana a la voz maravillosa del Cortazar de Rayuela (capitulo 36, Bebe rocamadour, “crecemos en los pasamanos de las escaleras”, taller literario, piso 11, depto. 112) y es también la voz poética de Malu Urriola, como ese tejado, esa ciudad, ese cuarto propio: “en los cuartos vacíos el corazón pierde peso” desde ese lugar intimo y cerrado en que se rearticula el deseo y las formas de lenguaje. La autora nos habla desde esas cicatrices, esas marcas de dientes que se interpelan sobre su poética, “Tengo el corazoncito delgado y un montón de sueños quebrajados”. Nicole, sabe que todo lo que se dice es sin cariño, que todo lo que tiene que decir es un arma de desafió frente a la brutalidad de las ausencias “Tengo una rabia de ti. No tengo ojos de poeta pero me duele”. Nicole, habla desde el acto de la poesía, como un acto propio, “En los tildes se bosqueja tu boca”. Habla desde ese olimpo olvidado de Huidobro, quizás ahora atravesado, un olimpo más furioso por los aconteceres de estos tiempos, por las historias de amor ya no tan silenciadas en las plazas. “Y ahora era su poesía la que me rozaba la boca”. Nicole, desafía su miedo con el solo acto terrible y hermoso de su escritura. “Perdí el miedo a los perros a mis padres a las calles solitarias”.

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"Marcas de dientes",
es una antologia poética, resultado del taller literario El baile de los niños dirigido por Diego Ramirez, y publicado en enero del 2007 .-

2 Comments:

Blogger Unknown said...

claro que son buena onda
son mis chicos favoritos

1:48 p. m.  
Blogger Fernanda Cobain Holopainen ♥ said...

hola (:

jajajaja
encontre tu blog
porque te vi en una revista xD
estaba yo ahi ojeando y te vi :p


estaba viendo un poco de lo que escribiste me usta tu estilo de redactar :p



bueno besotes

:X

7:59 p. m.  

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